Engaño a mi libertad



Nadie obtiene lo que desea en su total expresión, la felicidad es solo algo que antecede al miedo, ese miedo que sientes en los huesos de perder lo que te hace feliz.
Pero ser feliz es un riesgo que todos estamos dispuestos a correr.

Sin embargo, a veces es bueno hacerse la idea de que no somos felices, esconder lo que sentimos debajo de las piedras, hacer de cuentas que el dolor es constante y duradero, que las oportunidades se perdieron, que las súplicas y los ruegos se acabaron, que desaparecemos de la vida de los demás de un golpe y sin pensarlo, entonces sería como navegar en lo seco, por miedo a ahogarnos en el océano que creamos no bajamos los pies y pisamos el suelo plano.

Es bueno construir un ario desierto en el corazón, evitar los oasis que por lo general son cargados de cascadas de ternura y manantiales de honestidad que al final solo es arena levantada por fuerte viento de tormenta.

Quizás esta manera de afrontar la vida día a día al despertar, se ve como un atentado a nuestras emociones, someternos a una depresión inducida por voluntad propia y no porque sea real. Pero aunque esto sea catastrófico para cualquier vida humana que aun confía y cree en el amor; es una manera simple de no mantenernos ilusionados con lo poco que puedan otorgar los demás a nuestras vidas.

Por eso aunque no de manera sana, siempre lloraremos, nos desvelaremos y quizás hasta comamos en exceso o en escasez, queriendo experimentar de ante mano lo que aún no ha pasado, para que cuando pase no duela.

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