Dialogo: Micaela y sus rabias. Perdón, chacras
Mientras caminaba de prisa por la
calle desorientada, tratando de encontrar mi centro, una especie de unión de
chacras que según los practicantes del yoga ayuda a equilibrar mi esencia o no sé
qué. En fin, perdida mi mente en los suburbios escuche una voz que gritaba mi
nombre.
–¡Micaela! , Mic,
Micaela.
Me detuve, gire mi cuerpo para ver quien
llamaba a mis espalda con tanto desespere, era Matías, viejo amigo de la escuela, al que
veo como de costumbre por los alrededores de la plaza, allí labora.
–¿Qué?
Respondo con voz malhumorada
–Ayy que agresividad, ¿qué
te pasa Micaela?
–Nada.
¿Qué quieres? ¿cuál es tu afán?
–Es que debo trabajar
en un proyecto y quería ver si podía contar contigo.
–Matías,
te aprecio y todo lo que quieras, pero no es el momento para hablar de nada de interés
conmigo en esta mañana. Yo te llamo
cuando tenga ganas de escucharte.
–Micaela ¿qué te pasa?
tú no eres as, ¿te sientes bien? ¿qué te hicieron?
–Te
dije que no me pasa nada. ¿Será que me dejas avanzar?
–¿Quieres hablar?, yo
te puedo escuchar. Pareces lobo en luna llena, pero es de día, así que calma
las aguas ¿o es que no has comido hoy?
–Deja
el chiste Matías, no me pasa nada.
–No te dejare ir de aquí
hasta que ver una sonrisa.
–A
ver Matías, que necio eres.
Despacio fui moviéndome y Matías siguiéndome,
–como jode este tipo–. .
–Matías,
¿que no tienes que trabajar?, o ¿tu trabajo es perseguirme todo el día?
–Bueno si, de hecho debería
estar en la oficina ya, pero quiero saber qué te pasa, llámame viejo chismoso,
o como te plazca pero dime.
–ok…
Salí a caminar porque sentía que me ahogaba las ganas de reventar a cualquiera
a mi paso.
–¿Y eso por qué?
–No
sé si te ha pasado que reprimes argumentos y esos argumentos luego se quedan
estancados en tu corazón, se van arropando por la rabia y luego los disparas a traición
por la boca como ametralladora cargada de balas infinitas, por el simple hecho
de que en su momento no desahogaste eso que guardabas en tus pensamientos.
–¡Eh!
–Si
yo sé que no entiendes, por eso no quería decirte nada, cerebro oxigenado.
–No me ofendas,
continua yo te escucho. Desahógate conmigo si quieres.
–No,
jajaja, no es tan fácil.
–Hey te reíste.
–Seee,
tu trabajo está hecho ya lárgate.
–No. Aun no escucho la
historia completa, así que continúa.
–Dime
Matías, ¿ahora eres farandulero?
–No. Perdón, en serio
quiero saber más.
–Bueno
lo que pasa es que, siempre he sido de hablar mucho, que suelo instalar una conversación
en la que por lo general solo hablo yo, mi receptor solo escucha y suele asentir
con la cabeza como si fuera psicólogo o orientador.
–Anja!
–Matías,
acabas de asentir con la cabeza, maldita sea, ashhh, me estas incomodando, vez
lo que digo, la gente no instala una conversación conmigo, será que les
intimido o qué diablos, ni tú eres capaz de pronunciar una palabra.
–Lo siento, lo siento.
Micaela sí que estas histérica hoy, pero tranquila eres mujer, estas
conversaciones por lo general solo las entienden de mujer a mujer. Pero continúa.
–Como
un demonio, el problema es que muchas veces quiero hablar con las personas,
desahogar lo que siento, pero los demás no están dispuestos a escucharme, a
comprender situaciones, a entenderme, buscar solución alguna a mis críticas y
pesares; y termino reprimiendo lo que me pasa, a fin de cuentas termino
explotando de mala manera, envuelvo la situación en rabia, puedo causar daños
que ni te imaginas, no pienso con la cabeza fría, y todo ¿por qué? Porque no se
callar cuando algo está mal para mi, por que suelo decir las cosas sin pelos en
la lengua, no soy capaz de aguantar mucho callando algo que debo decir, pero el
tiempo… ese maldito lapso de tiempo en el que intento callarme, es solo el
comienzo de una catástrofe.
–Micaela cálmate, que
te dará algo aquí en pleno parque, y no quiero verme obligado a darte respiración
boca a boca o quizás sí.
Cállate
Matías, será mejor que te vayas a trabajar. Mientras yo aquí disipo la mente
tratando de evitar no lastimar gente a mi paso con palabras mal elaboradas y expulsadas
sin pensar.
–Mira Micaela no soy
muy bueno para entender a las mujeres, puesto que soy hombre, ¡ya deberías saberlo!,
pero en cierto punto te comprendo, vez porque quería que hablaras, sabía que necesitabas
que alguien te escuche, a veces eso sirve para disimular la rabia un poco y
tratar de despejarla, si quieres o necesitas un modelo para golpearlo y sacar la
rabia que puedo ver en tus ojos recubiertos de agua atrapada por represas que
quieren manar lagrimas, aquí estoy, pero deja de deambular en círculos por la
calle, distraída y como loca, bueno loca estas desde que te conozco, pero, el
punto es que estas distraída en la calle y te puede pasar algo.
–Ayy
Matías, a veces me pregunto porque te tengo desde la primaria como amigo, y en
esta situación recuerdo que eres un loquillo, ¡gracias! La verdad es que me has
ayudado a despejar un poco, no lo voy a negar, pero sé que terminare explotando
como célula cancerígena y dañando a
alguien. Luego vendrá el arrepentimiento y los demás tachándome de cruel y
salvaje bestia sin alma.
–Bueno, salvaje,
salvaje, ya eres. Eh! a mí se me hace tarde para trabajar, debo irme pero
piensa en lo que te dije, vete a casa, báñate, b-a-ñ-a-t-e, tomate un té de
manzanilla y ponte a ver caricaturas, a la salida de mi trabajo te invito un
helado, no mates a nadie en mi ausencia. Olvida las cosas insignificantes, y
mejor preocúpate por instalar mas espejo en casa, ¿a caso no te viste sin
peinar antes de salir de casa?
–Cállate
Matías, no me hagas arrepentir de llamarte amigo, jajaja, Matías ¿te diste
cuenta que me diste un consejo?
–No. ¿eso hice?
–Jajaja
hombres! Gracias por perseguirme. Ahora vete a trabajar jum.
–Bye, Micaela acuérdate
del helado y porfa, péinate.
–Hasta
luego.
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